Como siempre en la vida, existe el «fondo» y la «forma». El «fondo», es lo que se hace de manera efectiva y real todos los días, el proceso diario, la actitud. Luego está la «forma», aquella que conviene presentar.
Es habitual que ante una oferta muy amplia de un mismo producto, o aparentemente similar, al inversor le influya el envoltorio y que no se lea la letra pequeña, o bien decida comprar lo que otros le recomienden. La industria de fondos no es muy diferente de las demás, y comprender cómo se estructura la oferta de productos en este mercado es fundamental.
Pero ¿cómo llega la oferta a los inversores? Suele ser de la mano de los asesores y comercializadores de fondos, que configuran los menús de fondos disponibles para sus clientes pasando antes por un proceso de “selección” o “due diligence” que ayuda a filtrar y escoger.
Los criterios varían en función del tipo de fondo, pero, de entrada, se suelen descartar fondos sin un histórico de al menos tres años, los fondos pequeños, los de patrimonio inferior a 100 millones, y aquellos que no ofrecen incentivo al comercializador.
Un primer filtro cuantitativo descarta de un plumazo a cientos de gestores y fondos. Los selectores “profesionales» que analizan fondos para el público general, a menudo buscan un producto de mercado masivo. El que probablemente se venda más, de acuerdo con las modas.
Tras el filtro cuantitativo, algunos selectores profesionales realizan un análisis cualitativo de la gestora. La sociedad de gestión tiene una serie de criterios de valoración, entre los que también está la esperanza de una entrada de dinero en el fondo: promesa de supervivencia económica para la industria de gestión de fondos. Todo esto, totalmente legítimo, puede ser tanto una fuente de Alpha, como una pérdida de oportunidad para el comprador de fondos, atrapado en un proceso rígido.
Los procesos de due diligence culminan con un amplio formulario que busca obtener las políticas internas de la gestora, la documentación explícita del proceso inversor y el control de riesgos, la política de mejor ejecución en la compra de valores y ¡hasta la póliza de seguros que la sociedad gestora tiene para hacer frente a posibles eventualidades!
En paralelo se mantienen reuniones presenciales con los gestores y responsables de la gestora para contrastar las respuestas escritas registradas, a través de un diálogo, por ejemplo: ¿quién presiona el botón de compra y venta de valores? O para comprender el proceso de gestión de manera precisa, ¿de dónde proviene la fuente de generación de ideas? ¿Hay una detección o primer filtro de “screening” del universo? ¿Cuál es el método de valoración? ¿Por qué se vende un título? Trabajo legítimo cuando se lleva a cabo poniendo el foco en el «fondo» en lugar de en la «forma» y cuando se entiende que la gestión está a medio camino entre el arte y la ciencia.
Los cazadores de oportunidades value, no leen el menú, desentierran los ingredientes para diseñar una receta única, la promesa de un buen rendimiento.
En España, recientemente, la gestión Value se ha convertido en un fenómeno de moda. Basta pasar por un proceso de valoración fundamental para que una empresa de gestión se llame a sí misma Value.
Para el inversor que audita estas nuevas estructuras por primera vez, a veces le resulta difícil distinguir el trigo de la paja … ¿En qué se diferencia un gestor value de otro que también se autodenomina value? ¿Cómo soportarán la prueba del tiempo?
Las palabras Value o valoración por fundamentales, o incluso el “stock picking”, se utilizan libremente, sin «Denominación de Origen Controlada». Por lo tanto, es necesario distinguir los dos actos, el famoso «fondo» que justifica el nombre de Gestión Value, y las actuaciones que tan solo lo diferencian por la «forma», la comercialización oportunista que responde a un fenómeno de moda.
Encontrar la idea a veces es fácil y otras muy difícil. Los verdaderos gestores Value trabajan a tiempo completo para encontrar ideas originales. Buscan la pepita de oro, la que no es fácilmente visible e identificable por muchas razones, y la que no resulta de un filtro cuantitativo. Esto requiere un trabajo meticuloso de identificación y comprensión, tanto de la valoración como de la calidad de la actividad de la empresa puesta en contexto.
Los gestores Value no son simples “stock pickers, seleccionadores de acciones”, sino más bien “stock hunters” (perdón por el anglicismo) infravaloradas. Cazan, por su curiosidad, su razonamiento, su experiencia, su independencia, su paciencia y libertad de acción, donde otros no van. No leen el menú, desentierran los ingredientes para diseñar una receta única, la promesa de un buen rendimiento.
Los cazadores de oportunidades value no siempre llegan al supermercado, donde la forma es mejor que el fondo. Del mismo modo, hay también cazadores de fondos y los dos siempre acaban por encontrarse.
Son cazadores, fieles a los principios de la gestión value más radical.
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