Mucho se ha escrito durante la historia de los mercados financieros respecto a la irracionalidad de este. Siempre se ha argüido que el comportamiento de los inversores no siempre es racional ya que suele caer en sesgos del comportamiento derivados de la evolución humana y la necesidad de supervivencia.
Aswath Damodaran, el famoso profesor e inversor americano, tiene un libro muy interesante titulado “Narrative and Numbers”. En él habla de cómo en el mercado hay dos tipos de inversores; los que se dejan guiar por las narrativas, aquellos que son más de “letras”, y los que solo les valen los números, con un perfil más “matemático”.
Para tratar de analizar una inversión debemos tratar de abstraernos y observar la realidad tal cual es, no como nos gustaría que fuera, ni dejándonos llevar por nuestros sesgos, ni por la narrativa imperante en el mercado, que como hemos dicho puede ser irracional en el corto plazo.
Con este objetivo voy a tratar de hablar un poco de energía y los sesgos que existen en el mercado. El sector energético es un sector intensivo en capital y esto le confiere dos características principales, es cíclico y requiere de tiempo.
Esto ha permitido que inversores que se hayan sabido abstraer de la narrativa y evaluado correctamente el ciclo han ganado mucho dinero, así como otros se han dejado llevar por ella y lo han perdido. Los ciclos son lo que define su comportamiento a largo plazo y, sin embargo, a corto plazo la narrativa domina el comportamiento.
Como hemos contado en cartas trimestrales y otras publicaciones, nuestra opinión es que el sector del petróleo y gas tiene una serie de problemas estructurales derivados de la falta de inversión de los últimos siete años. Por ese motivo hemos visto los precios elevados en los precios de las materias primas relacionadas con el sector los últimos dos años.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la tesis que todo el mundo parecía estaba entendiendo y empezando a reconocer se vio truncada por un miedo a una posible recesión mundial. Esto derivó en que ya no se iba a consumir tanto petróleo y ya no iba a ver un problema de escasez o desabastecimiento que justificara unos precios elevados.
La narrativa de corto plazo que ha dominado el verano y hasta hace poco se olvidaba de algunos números que son interesantes, para recordar que los problemas estructurales de escasez de oferta no se resuelven de la noche a la mañana. Esto se puede comprobar de una forma muy interesante, durante marzo 2020 en los peores momentos de la pandemia el mundo consumió alrededor de setenta millones de barriles al día. La demanda previa antes de que comenzaran los confinamientos y las medidas para reducir la movilidad estaba en torno a cien millones de barriles al día y se cerró el año 2020 con una media de consumo cercana a los ochenta y ocho millones de barriles al día. Por otro lado, durante 2009 con la crisis financiera se consumieron ochenta y cuatro millones, lo que nos hace ver que la demanda no de destruye tan fácilmente.
La agencia internacional de la energía en su último informe estima que para el año 2022 la demanda global está estimada en noventa y nueve millones de barriles al día. Recuperando prácticamente los niveles previos a la pandemia sufrida en 2020, cuando estaba cerca de los cien millones de barriles al día.
Sobre esta estimación de la demanda hay que tener en cuenta que China sigue con restricciones bastante fuertes al libre movimiento y circulación, realizando confinamientos parciales derivados de su política COVID cero. Por lo que hay una demanda latente que deberá recuperarse según vaya recuperándose la normalidad en dicho país.
Esto, son los números que chocan con la narrativa. La demanda de petróleo es muy difícil de destruir. Además, estamos viendo cómo los gobiernos a nivel mundial están subsidiando dicha demanda con ayudas al consumo de derivados como el diésel o la gasolina, como, los famosos 25cts/litro que tenemos en España
Entonces, ¿cómo podemos casar una demanda recuperando los niveles previos al COVID, con toda la narrativa negativa?
La gente o el mercado se está olvidando de que la demanda ha aumentado y aumenta a nivel mundial día a día, simplemente por la economía global, que cada vez consume más energía. La guerra ha afectado a la oferta provocando disrupción en un mercado internacional que tendía al equilibrio. Otros factores exógenos derivados de la crisis energética, como el cambio del uso en la generación eléctrica de las industrias europeas pasando de utilizar gas a usar el petróleo mucho más barato relativamente hablando.
A largo plazo, veremos cómo se impondrán los fundamentales y el mercado reconocerá la falta estructural de oferta, mientras deberemos ser pacientes y aprovechar las oportunidades que se nos brindan como inversores. Habitualmente las narrativas negativas suelen parecer más estructuradas porque hemos evolucionado para interiorizar bien el miedo y poder sobrevivir cuando todavía nos perseguían los leones. Sin embargo, son los optimistas los que ganan dinero.
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