Energía significa vida. Sin energía no hay vida. Nosotros vivimos de la energía solar principalmente, capturada y transformada por las plantas, transmitida a la vida animal, consumida cada día para seguir existiendo. Se transforma de nuevo al usarse, y de ese modo da paso a subproductos químicos como el CO2, y a lo largo de millones de años da paso también al carbón, el petróleo y el gas natural, subproductos químicos igualmente. Subproductos que almacenan y concentran la energía químicamente.
Así pues, energía significa vida. Pero de un modo diferente al agua, supongo. Porque más allá de la supervivencia, una cantidad creciente de energía puede incrementar más y más la calidad de vida –la saturación llega más tarde que con el agua, si es que llega…–. Yo consideraría esto una “ley fundamental del buen vivir”. Y por ello también, energía significa poder, con todas sus ramificaciones geopolíticas. ¡Mad Max, la película, puede que tuviera raíces filosóficas mucho más profundas de lo que muchos pensaron! (acabo de verla de nuevo, esta vez con mis hijos mayores, como parte de su “educación básica…”).
Tomemos el ejemplo del petróleo. Con la revolución industrial, los caballos fueron reemplazados por el carbón como fuente de fuerza bruta para mover cargas. Luego el carbón fue reemplazado por el petróleo en muchos usos. Cada barril de petróleo realiza el trabajo de 130 caballos. Y cada caballo puede realizar el trabajo de 11 hombres. Así que el petróleo (al igual que el carbón, el gas natural…) liberaron a los caballos y elevaron a la humanidad para que no tuvieran que tirar en una rueda de molino para sacar agua del pozo, o generar electricidad para dispositivos y fábricas, ni calentar nuestras casas en invierno o enfriarlas en verano.
Básicamente podemos decir que sin petróleo, gas natural o carbón no habría mucho espacio ni tiempo para trabajos de valor añadido a día de hoy. Todos tendríamos que llevar nuestra carga, literalmente, en esa economía de subsistencia.
Además, las distancias (y el comercio) globales serían impracticables. Y nos enfrentaríamos a desafíos imposibles para procurar el sustento de tanta gente (y de tantos caballos). Y, por cierto, habría otros tipos de emisiones (malolientes) –en torno al 20% de las emisiones de gases invernadero provienen de la digestión del ganado hoy por hoy–. Obviamente hay maneras de intentar equilibrar esta ecuación. Pero en general uno puede decir que el consumo de energía es muy difícil de reducir sin empeorar el nivel de vida de la población.
Por lo tanto, el uso de energía no es discrecional realmente. La gente no puede elegir usar energía o no. O realmente no quieren elegir –la “ley fundamental del buen vivir” manda–. La gente no quiere dejar de vivir la mejor calidad de vida que la humanidad ha disfrutado en toda su Historia. ¿Y por qué deberían? Hemos hecho grandes progresos, especialmente durante los últimos 100 años. Y los países emergentes están recuperando el terreno perdido con rapidez –bien por ellos–.
El consumo de energía debería continuar su crecimiento lento, pero seguro
Por otro lado, como la energía es algo muy valioso, el “homo-economicus”, siempre consciente de que la eficiencia puede ser negocio, lleva toda su historia buscando maneras de mejorar, reducir costes y a poder ser, ganar con ello. Ésa es la verdadera razón por la que pasamos de quemar madera a quemar carbón, y luego al petróleo y al gas natural. Y ésa es la razón por la que los barcos mercantes se hicieron cada vez más grandes, los coches y aviones más eficientes, la agricultura favoreció las grandes plantaciones y las mejores semillas, la minería adoptó camiones del tamaño de casas, etc. Hay cientos de ejemplos; incluso más recientemente, los servidores de bitcoins se instalaban en zonas remotas al norte donde hace falta menos energía para refrigeración.
Por lo tanto, si el tamaño de la población mundial no se reduce, y si todos queremos vivir una buena vida, y la eficiencia energética ha estado siempre en el foco y es difícil mejorarla, significa que el consumo de energía debería permanecer estable y continuar su crecimiento lento pero seguro. Esto implica una sólida demanda.
Cuando la demanda por algo es sólida, nos encontramos con un punto de partida muy favorable para buscar oportunidades de inversión. Todo lo que nos hace falta es alguna narrativa de perfil alto y ruidosa que nos brinde un buen punto de entrada. Y esto es precisamente lo que hemos tenido durante los últimos años por el lado de la demanda. Por ejemplo, hoy se oye mucho que la electrificación y los límites a las emisiones pronto traerán el final para el carbón, el petróleo y el gas. Como respuesta, simplemente diría que su sustitución requeriría solucionar enormes barreras tecnológicas y de infraestructura, lo cual llevará décadas.
Pero ¿puede mejorar todavía más la oportunidad? En realidad, sí. Tal vez si tuviéramos además una narrativa de perfil alto y ruidosa por el lado de la oferta. Y, qué casualidad… ¡la tenemos!
La oferta de crudo ha estado lidiando con algunos problemas durante los últimos 5 años. Todo empezó con la revolución de US shale, que milagrosamente produjo c. 8mmbblpd (millones de barriles al día) adicionales desde 2008 (el 80% del crecimiento de producción de petróleo global). Este es un número realmente enorme; equivale a Kuwait + UAE + Nigeria, creados “de la nada”.
El ingenio del sector privado en US encontró la manera de liberar el petróleo de su trampa geológica en la roca shale. Finalmente, todo esto alteró el equilibrio del mercado, y la OPEC, el único cartel legal del mundo, reaccionó intentando ahogar a los productores de shale en US con un precio de petróleo muy bajo, en noviembre de 2014. Sin embargo, aparte de energía mucho más barata para los consumidores, las medidas de la OPEC no lograron el efecto permanente de destruir la industria norteamericana –su flexibilidad les permitió simplemente frenar su actividad–. Algunos sufrieron, pero la industria sigue viva y coleando.
En noviembre de 2016, por fin la OPEC tiró la toalla y reequilibró el mercado retirando parte de su propia oferta. Mientras tanto, con tantas idas y venidas de acontecimientos y de precio del crudo, la industria del petróleo redujo su inversión un 40%. La narrativa era (y aún es, en gran medida) que la producción de petróleo shale todavía puede mejorar y mejorar, y crecer y crecer, y la inversión en la industria tradicional se tornó demasiado arriesgada y lenta como para intentarlo siquiera.
Pero por una serie de razones, esa narrativa no puede ser realmente cierta y los acontecimientos están probándolo así paso a paso. Por un lado, las mejoras tecnológicas y de eficiencia en US shale ya se están ralentizando. Tiene sentido – al menos la tasa de mejora de costes y volúmenes no puede permanecer, por simple matemática–.
Además, muchos de los mejores yacimientos ya han sido explotados y la propia geología está dificultando cada vez más las mejoras de productividad –esto también tiene sentido–. Por otro lado, la disponibilidad de financiación para los operadores de US shale es cada vez menor; crecer ya no es lo más importante, algunos inversores también quieren algo de cash Flow. Esto también tiene sentido, por lo menos para un inversor anticuado como yo.
Al mismo tiempo, y realmente importante, las tasas naturales de declino –la reducción natural en la producción de volumen de petróleo y gas una vez que empiezan a fluir y se reduce la presión del yacimiento– empiezan a constituir un gran peso muerto dada la base de producción cada vez mayor en US shale. Simplemente compensar dicho declino es un gran desafío (¡hace falta un nuevo Kuwait cada año sólo en US shale!). Y eso no incluye el declino natural de los 92mmbblpd mundiales que no son US shale –otro 1.5xKuwait necesarios cada año simplemente para permanecer estables. Este último punto ha sido totalmente olvidado durante los últimos 5 años por la falta de inversión debida a la ruidosa narrativa. Pero la geología tiene sus leyes fundamentales también…
Tanto ruido, y tantas narrativas fáciles aceptadas por el mercado, y cristalizadas en valoraciones tan baratas llamaron nuestra atención. Realmente la industria del petróleo y el gas rara vez ha estado tan olvidada. Y este es un gran punto de partida para invertir, especialmente cuando los fundamentales se han ido distanciando poco a poco de dichas narrativas. Seguramente nos equivoquemos en unos cuantos trimestres, especialmente si se produce cierta desaceleración global. Pero lo que a mí me da tranquilidad es que las “leyes fundamentales del buen vivir” y las del “declino geológico natural” estarán ahí para ayudarnos más pronto que tarde.
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