El origen de los fondos de inversión no es del todo claro, sin embargo, muchos atribuyen el papel pionero a los holandeses, quienes se cree que establecieron las primeras compañías de inversión cerradas. Los primeros fondos estadounidenses eran generalmente fondos cerrados con un número fijo de acciones que a menudo cotizaban a precios superiores al valor liquidativo de la cartera.
No fue hasta 1924, que Edward Leffler, un exvendedor ambulante revolucionó los mercados financieros. Su invención, el fondo de inversión de capital abierto, permitió a los clientes minoristas invertir en una cartera diversificada de acciones con la confianza de obtener un valor justo cuando desearan recuperar su dinero. Con su invención, Leffler democratizó la inversión, dando acceso a los inversores minoristas a un porfolio diversificado. El primer fondo de inversión de capital variable fue el Massachusetts Investment Trust y permitió a los pequeños inversores comprar una cartera diversificada y luego vender las participaciones cuando desearan.
Dado que, en aquel momento, los mercados de acciones y bonos estaban en auge y la población deseaba participar en estos mercados, también crecieron las estafas financieras. Como resultado, muchos optaron por confiar su dinero en fondos de inversión no regulados, los cuales solían ser opacos y no ofrecían ninguna garantía de liquidez para los participantes que deseaban retirarse en cualquier momento. Con el crack bursátil de 1929, los fondos cerrados que estaban apalancados fueron liquidados y sobrevivieron los pequeños fondos abiertos.
A medida que los fondos de inversión crecían en popularidad, los reguladores también empezaron a fijarse en el sector. Después de la Depresión, el Congreso de Estados Unidos dio a la estructura el sello nacional de aprobación con una ley de fondos de 1940, que sigue siendo el modelo para los fondos de inversión minoristas de EE.UU. en la actualidad.
El sector de los fondos de inversión se puso realmente en marcha tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y el auge de Estados Unidos en la década de 1950. Los años 60 vieron el nacimiento de los fondos de crecimiento, que apostaban por valores de calidad, mientras que los años 70 y 80 fueron testigos de algunas de las mayores contribuciones a la historia de los fondos de inversión. Los fondos de inversión recibieron otro impulso cuando las grandes empresas empezaron a abandonar las pensiones de prestación definida.
Durante la década de 1990, los fondos seguían creciendo en popularidad, se introdujeron nuevas tecnologías y plataformas de inversión online, lo que facilitó aún más el acceso a los fondos de inversión a los inversores minoristas.
La década de 2000 estuvo marcada por cambios significativos en la industria de los fondos de inversión, incluida una mayor consolidación y regulación. También se introdujeron nuevas estrategias de inversión, como los fondos cotizados en bolsa, que ganaron popularidad entre los inversores por sus bajos costes.
Según La Encuesta Financiera de las Familias, elaborada por el Banco de España, el 12% de los hogares españoles tiene contratado este tipo de vehículo financiero para gestionar sus inversiones. Sin duda, las características de los fondos de inversión los convierten en una opción muy atractiva para canalizar la inversión.
Durante los últimos años, los fondos tradicionales han sufrido una disminución en su dominio debido a la entrada en el mercado de nuevas opciones, especialmente en Estados Unidos. Por primera vez en la historia, en enero de 2024, la gestión pasiva superó a la activa, 50,02% frente a 49,98%, respectivamente. Sin embargo, a nivel mundial los gestores activos siguen dominando el sector, en Europa sólo el 26,7% del total de los activos gestionados son atribuibles a estrategias pasivas que replican un índice de referencia. No obstante, a muchos expertos les preocupa que el flujo continuado de dinero hacia estos fondos pueda perjudicar a los mercados financieros.
La preocupación se centra en que, una vez que este tipo de fondos alcance cierto nivel de predominancia, la falta de inversores activos dedicados a evaluar las compañías y corregir el precio de las acciones podría resultar en una asignación incorrecta de capital por parte de los inversores. Es decir, la ausencia de gestores activos podría llevar a una sobrevaloración o infravaloración de ciertas empresas, lo que podría distorsionar el funcionamiento eficiente del mercado.
Según Morningstar, hasta junio de 2023, el 27% de los fondos de renta variable mundial de gran capitalización que son gestionados activamente superaron al equivalente pasivo. Sin embargo, en un período de 15 años, solo el 3% logró este éxito. Estas cifras muestran que los gestores activos han tenido dificultades para superar a los fondos indexados a largo plazo.
Muchos piensan que tratar de encontrar el Alpha es complicado, más todavía cuando el mercado está dominado por algunas acciones, sin embargo, las oportunidades todavía están presentes. Una de las ventajas que tiene la inversión en fondos de gestión activa es que los gestores conocen de primera mano las compañías en sus carteras, saben cómo actuar frente a las bajadas de los mercados y, por tanto, tener unas carteras defensivas que tengan un comportamiento mejor que el del mercado, algo que no pueden hacer los fondos pasivos.
Hay destacados gestores que han demostrado consistentemente rendimientos excepcionales. Por ejemplo, Warren Buffett ha logrado una impresionante rentabilidad media del 20% con Berkshire Hathaway entre 1965 y 2020, mientras que Peter Lynch, al frente del Fidelity Magellan de 1977 a 1990, mantuvo una rentabilidad media neta anual del 29.5%. Durante sus respectivos períodos, ambos superaron el rendimiento promedio del S&P 500, su índice comparable. No es una tarea fácil, pero hay gestores activos de calidad que puedan generar valor adicional para los inversores.
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