Lo cierto es que cuando parece que hay peligro nuestros instintos toman el control. Estamos programados para responder, nuestros actos se tornan «reflejos». El peligro, el riesgo, nos acompaña desde que el hombre se elevó sobre el resto de los animales. Y antes también… Llevamos miles de años gestionándolo.
El problema es que desde entonces ha pasado mucho tiempo. Y ni los riesgos son hoy tan evidentes ni la respuesta correcta es tan intuitiva. Ya no se trata de huir para salvar la piel o luchar cuando se está acorralado. Dos pistas: anticipación y paciencia.
Francamente, hoy en día gracias a que otros se la juegan por nosotros (Policía, Bomberos, Ejército…), los demás vivimos en sociedades estructuradas, organizadas, donde los riesgos físicos se han eliminado casi en su totalidad. Diversas normas nos protegen de nosotros mismos, como los límites de velocidad, los semáforos, la regulación farmacéutica, las normas de construcción, la protección al consumidor… Incluso nos auto-avisamos de riesgos evidentes… el “Mind the Gap” de los ingleses.
Hemos hecho un trabajo tan bueno que algunos echan de menos la adrenalina. No hay más que ver los videos de Youtube mostrando las hazañas imposibles de algunos y los batacazos de otros. Ya no hace falta correr riesgos, es sólo por diversión y por “la gloria”.
Así pues, ¿cuál puede ser esa respuesta no tan intuitiva? ¿Cuál es la advertencia, el “Mind the Gap” verdaderamente crítico, a día de hoy? Hay dos esferas paralelas donde se sigue manifestando el riesgo que nos ayudan a entender “Mind the Gap” moderno: las intervenciones médicas y la inversión de nuestros ahorros.
A todos se nos presenta, antes o después, la toma de una decisión médica –me opero o no me opero– por distintas razones, desde la más mundana a la más seria: cirugía estética, ligamento cruzado, tumor cerebral… La operación o el tratamiento puede salir bien, regular o mal. Igual que la inversión de nuestros ahorros.
En medicina la incertidumbre se debe a que no hay dos pacientes iguales, ni la enfermedad o lesión será exactamente igual en dos pacientes. Por lo tanto, se sigue dependiendo en gran medida de las probabilidades.
En inversión están el dinamismo de los negocios en que invertimos y el factor humano del mercado –quién sabe si la respuesta a factores parecidos será similar a la histórica–. Cuanto mejor sea el punto de partida, es decir, cuanto mejor sea nuestra calidad de vida antes de la operación, o cuantos más ahorros invirtamos, más podemos perder y, por lo tanto, más riesgo asumimos.
Así que podemos definir riesgo como “la posibilidad de un resultado negativo PERMANENTE”; y la medida del riesgo que asumimos es CUÁNTO SE PUEDE PERDER. El secreto está en trazar un plan, anticiparse a los acontecimientos; nada que ver con predecir el futuro.
La primera pregunta que hay que hacerse, y tal vez la más importante, es: ¿qué pasa si no invierto, o si no me opero? Nuestro refranero es sabio…y dice que “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Tal vez se pueda esperar a que surjan mejores técnicas y mejores oportunidades de inversión. Pero, a menudo, lo más difícil es precisamente ¡no hacer nada!
La siguiente pregunta debe ser: ¿qué es lo peor que puede ocurrir si me opero o si invierto? Y la última, debería ser: ¿qué es lo que dicen que va a suceder si me opero/invierto, y cómo es de probable?
A veces la respuesta es evidente – si no me opero mi vida corre peligro, y si me opero viviré. O, si no invierto pierdo con la inflación, y si invierto es una “apuesta segura”.
En base a lo anterior trazaremos un plan A, y tal vez un plan B. Casi todos los casos reales no son blancos o negros, sino algún grado de gris. La gestión del riesgo trata de mitigar las pérdidas permanentes.
En medicina sólo los casos desesperados justificarían riesgos de pérdida permanente –la apuesta es sobre una unidad de “vida”, el 100%. Y como mucho se puede alargar la vida, pero no ganar otra. No hay plan B posible.
En inversión el riesgo puede ser una unidad, el 100%, y la recompensa puede ser el 20%, 50%, 100%, 200% o tal vez más… Como regla general tampoco en inversión se debería aceptar el riesgo de pérdidas permanentes. El mercado suele ser eficiente y ganancias extremas a menudo serán una lotería (o un fraude).
La volatilidad es molesta, pero no afecta al resultado final si el inversor es paciente
Una vez tomada la decisión llegamos a otro momento crítico: el postoperatorio. Días buenos y días malos… A veces parece que todo salió bien, como dice el médico, o como defiende el gestor del fondo. Otros días son muy malos, nos duele todo, el progreso es tan lento… O nuestra inversión baja, o parece estancada. Sería ideal que el médico o el gestor hubieran explicado también esta parte: la VOLATILIDAD.
Si hay datos objetivos y el médico o el inversor piensan que todo sigue en su sitio, entonces el resultado final debería ser el esperado, todavía se cumple el plan A. La volatilidad es molesta, pero no afecta al resultado final. A no ser que el PACIENTE “pierda la paciencia” y abandone la fisioterapia/tratamiento/inversión, antes de tiempo. De ahí lo del “largo plazo”, hay que saber (y poder) perseverar si hace falta.
Para soportar la volatilidad, el postoperatorio, hacen falta dos cosas: PACIENCIA Y CONFIANZA de seguir en el buen camino. Algunos son mejores que otros en esto, tienen mejor carácter. Pero no es fácil, y toda ayuda es bienvenida. Igual que los futbolistas que se rompen el cruzado y vuelven a jugar en 6 meses gracias a sus médicos y sus fisios. También en inversión hay que intentar rodearse de los mejores, los que tienen carácter y sentido común, los que trazan un buen plan, miden los riesgos (las pérdidas potenciales) y aceptan sólo los que son razonables.
En mi opinión ésta es la advertencia (triple), el Mind the Gap de nuestros días:
1.- Trazar un plan, en base a riesgos medidos antes de aceptarlos, rechazando en lo posible pérdidas permanentes.
2.- Volatilidad no es lo mismo que riesgo.
3.- Tener paciencia y confianza para continuar con el plan trazado. Ya sea por nuestra cuenta o buscando la ayuda de gente sensata y de confianza.
Si se evita tomar decisiones equivocadas (y letales) en medicina, en inversión o en muchos otros campos, se vive para intentarlo otro día (plan B). Sólo me refiero a decisiones transcendentes. Si alguien quiere jugar a la lotería, ponerse un piercing o comprar uno o dos bitcoin, no pasa nada; eso es diversión, no decisión.
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