Todos hemos escuchado que cada español lleva un seleccionador nacional de fútbol dentro. No hay más que esperar a ver la convocatoria para cualquier Eurocopa, Mundial o simple amistoso para escuchar comentarios criticando que lleven a un jugador que pensamos que está acabado y no convoquen a uno con más talento, que suele militar en un equipo con el que simpatizamos.
Existen otras profesiones donde este intrusismo no es tan común. Aunque los españoles somos muy dados a automedicarnos para pequeños malestares, nadie en su sano juicio agarraría la caja de herramientas para sanear una carie u operarse el menisco, y eso que hemos visto ejemplos sobrados en el cine de cómo se “cura” hasta una herida de bala.
Tampoco ninguno de nosotros, salvo los muy manitas, abrimos el capó del coche y solucionamos ese ruido que apareció después del último encontronazo con un bordillo. ¡Si cada vez es más complicado hasta cambiar una bombilla! Y aunque durante el confinamiento a algunos no nos ha quedado más remedio que arreglarnos el pelo por nosotros mismos, no lo asumimos como práctica habitual.
Sin embargo, otro caso típico en el que todos somos “seleccionadores” es en el mundo de las finanzas. Siempre conocemos un amigo, conocido o el consabido cuñado, que alardea de todos sus éxitos bursátiles y que parece que, dar el pelotazo no tiene secretos para él. Este año será distinto, pero en condiciones normales, durante las fiestas navideñas o comidas de amigos, nos encontraríamos al que presume de su “olfato” para comprar gangas, aunque con seguridad tamizado por los sesgos que nos hacen olvidar esos fracasos que preferimos obviar.
Yo mismo participé de este intrusismo cuando, de adolescente, me inicié en el mundo bursátil. Mi abuelo, en lugar de la bicicleta que había pedido por mi cumpleaños, me regaló unas “matildes” (acciones de Telefónica conocidas así en la década de los 60) y me inoculó la afición por la bolsa.
Mi método era muy sencillo, como eran otros tiempos y no existía internet, del periódico de los domingos recortaba el listado de empresas de la Bolsa de Madrid (el Ibex ni siquiera existía). Si la cotización del último viernes estaba más cerca del mínimo del año, eso era señal de compra porque todo lo que cotizó alto tiene que volver a ese nivel ¿verdad? Llegué incluso a hacerme unas gráficas con papel milimetrado para confirmar mis teorías. Mis sesgos cognitivos me hacen recordar todavía lo mucho que gané con las acciones de “La Unión y el Fénix”, pero las empresas con las que perdí, y no fueron pocas, ni las recuerdo.
Otra práctica habitual que seguía era suscribir todas las ofertas públicas de venta (OPV) en las que obtuve pingües beneficios con Terra o TPI. Pero con el paso de los años acabó ocurriendo lo que era de esperar siguiendo un método tan sofisticado, y fue entonces cuando me di cuenta de que ser un inversor exitoso es una actividad de tiempo completo y no solo de unas horas de vez en cuando. El trabajo meticuloso y no los rumores de “cuñado” es lo que conduce al éxito. Cuando el viento sopla de cola todos avanzamos, pero cuando las circunstancias cambian a adversas, es cuando se distingue al experimentado del profano. Yo era de estos últimos, pero mientras surfeaba una ola alcista, me creí experto.
¿Significa eso que el inversor particular debe desentenderse de su dinero? En absoluto. De hecho, hay muchas cosas que debe hacer por sus ahorros si quiere que crezcan. Comenzar por definir sus objetivos financieros, es decir, qué destino tiene el dinero que ahorra: para la jubilación, cambiar de coche, para hacer un buen viaje en las bodas de plata, para la universidad de un recién nacido…
Relacionado con lo anterior debe determinar su perfil de riesgo, que en lenguaje de la calle es la distribución de activos que te permite dormir tranquilo cada noche con los vaivenes bursátiles que sin duda se van a producir. Relacionado con todo lo anterior nos queda la decisión de la distribución de activos, optar por gestión pasiva o activa, la dispersión geográfica, la frecuencia de aportaciones, cómo rebalanceo…
Y una vez llegados a este punto, o incluso antes si requerimos ayuda, nos queda seleccionar al profesional al que le vamos a encargar la gestión diaria de nuestro dinero, porque gestionar un patrimonio, aunque sea pequeño, es tarea a tiempo completo.
Poniendo el símil del dentista, y perdón, pero es que en estas fechas me toca mi revisión anual y estoy muy sensibilizado. Yo me lavo los dientes, utilizo el hilo dental y el colutorio, pero para el resto, mi principal tarea debe ser seleccionar al profesional que me ofrezca las mejores garantías y ponerme en sus manos. En definitiva, lo que el refranero popular, repleto de sabiduría, siempre ha dicho: zapatero a tus zapatos.
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